Aragón es un territorio que esconde una historia milenaria; un país heredero de una rica cultura que conserva interesantes tradiciones, muchas de ellas con raíces precristianas, como es el caso de la Tronca de Nadal.

La tradición de la Tronca de Nadal tiene su lugar en las casas aragonesas desde los tiempos de los celtas, y se fundamenta en el valor místico que se le otorga a un tronco de leña que se quema durante la noche de Nochebuena, que en su origen precristiano se remontaría al día del solsticio de invierno. Se cree que la finalidad de otorgar este valor místico o mágico a ese trozo de leña tiene un fuerte vínculo con el culto al Sol y en sus orígenes la quema del leño tendría el objetivo de dar fuerza al Sol, intentando que se hiciera fuerte y continuara dando calor más allá de la estación invernal.

Con la llegada del cristianismo, este ritual, igual que otros, se sacralizó, extendiéndose de este modo la creencia de que la finalidad de la quema de ese trozo de leña ‘mágico’ sería calentar los pañales del hijo de Dios (o afirmaciones similares).

familia-troncas-sf

La tradición de la Tronca de Nadal se ha conservado hasta hoy en diferentes lugares de Aragón, y nos ha llegado con pequeñas diferencias. Así, por ejemplo, el propio nombre del fragmento de leña que se quema es diferente según el territorio: en los valles de Ansó y Echo se llama baguera; en la Canal de Berdún y Campo de Jaca, y también en el Sobrarbe, se denomina tizón; en la cuenca del Gállego el nombre extendido es el de toza; en la cuenca del Ara se habla de la zoca; y el nombre de tronca, que hoy quizás es es el más extendido entre las personas que están recuperando esta tradición, es el nombre original de la zona de la Ribagorza.

En sus orígenes, la tradición tenía un doble sentido, ritual y lúdico, aunque este segundo en algunos lugares se fue perdiendo a consecuencia de la cristianización de la tradición, como es el caso de la Canal de Berdún. Así, en lo que respecta a este carácter lúdico del ritual, hay que decir que se ha conservado principalmente en las tierras orientales del Alto Aragón y, como muchas de las tradiciones navideñas, está protagonizado por los más pequeños de la casa.